El mantenimiento de los vínculos con las raíces, el ocio, la buena vida, los servicios pocos masificados, la tranquilidad, el contacto con la naturaleza, el tipo de viviendas o la gastronomía, son algunos de los factores que motivan que cada verano la vida regrese a los pueblos, este año además, con mayor fuerza por la situación que estamos sufriendo desde que llegó a nuestras vidas este virus que tantas cosas nos está haciendo replantearnos y que nos ha hecho darnos cuenta que “la felicidad no llega cuando conseguimos lo que deseamos, sino cuando disfrutamos lo que tenemos”. Quizás la situación tan dura que hemos vivido anime a muchos vecinos que solo pasan de manera estacional unos días en los pueblos, muy a su pesar, a quedarse y vivir en ellos.

Los pueblos necesitan relevo generacional, gente joven formada que traiga ideas y las ponga en marcha, no en vano Castilla-La Mancha aprobó el pasado día 6 de mayo en sus Cortes, una norma participada, pionera y trasversal, y que incluye, por primera vez en España, la política fiscal para frenar la despoblación, contemplando medidas de discriminación fiscal positiva. Así, en el tramo de IRPF cedido a las comunidades autónomas, se plantea una desgravación de hasta el 25% de la cuota autonómica para las personas que tengan estancia efectiva en zonas rurales, así como la desgravación de hasta el 15% para la adquisición o rehabilitación de una vivienda para los que vivan o quieran vivir en el medio rural. También, se incorporan incentivos de hasta un 40% para autónomos y empresas que quieran instalarse en las zonas afectadas por la despoblación, impulsando además el desarrollo del programa Retorno del Talento Interno para facilitar la vuelta de los castellanomanchegos a las zonas rurales escasamente pobladas.

Somos conscientes que hay que visibilizar los aspectos y valores positivos que atesora la vida rural y sus ventajas competitivas, para contrarrestar la hegemonía cultural y social que ensalza la vida urbana.